Mi actividad en Twitter (2). Cuando los enunciados resultan incoherentes

La coherencia es uno de los requisitos de un texto aceptable. Un escrito puede no ser coherente por  muy diversos motivos. Entre otros, porque choca con la realidad indiscutible («Lo hizo en el décimo día de la semana») o porque es contradictorio (como el caso de aquel novelista despistado que resucita a un personaje al que había matado dos capítulos antes).

También percibimos incoherencia en aquellos casos en los que falta información relevante, aparecen repeticiones injustificadas o el texto está estructurado de tal modo que para el lector es imposible acceder a una comprensión global.

La coherencia, por otra parte, no es cuestión de todo o nada. Es difícil encontrar en la prensa un texto absolutamente incoherente; sin embargo, es frecuente dar con enunciados parcialmente incoherentes, esos que nos obligan a una segunda o tercera lectura para adivinar lo que el autor quiso decir pero que el texto no dice.

Veamos algunos ejemplos:

1

La primera impresión de quien lee es que en el Ayuntamiento de Pamplona se celebró un pleno monográfico sobre la corrupción. La frase está construida correctamente, pero invita a entender algo que realmente no sucedió. Solo con la lectura del cuerpo de la noticia comprendemos plenamente la información: no hubo un pleno monográfico sino un pleno ordinario en el que, entre otros temas, se habló sobre la corrupción. Un titular más claro habría sido: «Propuesta contra la corrupción en el pleno».

 

2

Una caso extremo de sinsentido que, en el caso de una emergencia,  produciría desconcierto entre los usuarios del centro de salud en el que está tomada la fotografía. Nada puede ser al mismo tiempo una cosa y su contraria.

3

El titular no puede ser más claro. Ni más incoherente. Lo que en él se afirma choca con el conocimiento de la realidad que tiene cualquier persona que lea el periódico. La lectura del cuerpo de la noticia aclara la cuestión, pero, salvo que el redactor tuviera vocación de bromista, el texto  no puede ser más desafortunado.

 

4

Quien ha redactado este texto dice exactamente lo contrario de lo que pretendía: que el cantautor ha reclamado con sus canciones  «la falta de libertad». El autor y los lectores sabemos que Paco Ibáñez, como otros cantautores, «reclamaba», «exigía» derechos básicos, como la «libertad». Quizá con añadir una preposición habría sido suficiente: «para reclamar POR la falta de libertades».

 

5

Es evidente que los coches no crecen. Lo que crece o aumenta es el número. Un despiste que da como resultado una frase llamativa. Al eliminar la palabra «número» o «cantidad», la concordancia ha quedado establecida entre «coches» y «crecen», con lo cual el resultado es muy llamativo.

 

6

De nuevo nos encontramos ante un enunciado fracasado: dice exactamente lo contrario de lo que pretendía decir. Es verdad que cuando se diseña un cartel no es posible desarrollar plenamente las ideas. Por eso hace falta un mayor esfuerzo para que el resultado sea claro e impactante. De no hacerlo así, podemos estar invitando a hacer algo «en favor de la epilepsia».

 

Estoy seguro de que, en todos los casos comentados, el redactor o la redactora sabía perfectamente lo que quería decir y tiene la competencia suficiente como para no cometer estos errores. Es un problema de revisión. Si no le damos la importancia que tiene al último paso del proceso de escritura, la revisión,  es  fácil cometer errores graves, entre otros de coherencia.

Los carteles: cuidado con el orden de palabras

Reconozco que es una debilidad: me cuesta pasar delante de un cartel y no detenerme a leerlo. Y, claro, si me sorprende y llevo el móvil, lo fotografío.

Íbamos paseando por una calle muy cerca del centro urbano de Llanes y nos fijamos en este cartel, que estaba pegado en el tronco de un árbol:

perro
Lo primero que nos sorprendió fue la recompensa ofrecida. La foto del perrillo no nos sedujo especialmente, así que pasamos a leer el resto.

La puntuación es un desastre. Quien lo ha escrito sólo usa la coma y lo hace mal.

Pero lo que más llamó nuestra atención fue el orden de palabras. Ese “entre Celorio y Llanes”, tras “rubio”, nos lleva a pensar de entrada que es otra de sus características físicas y no el lugar en el que el perro se había perdido. Si la persona que escribió el cartel lo hubiera revisado, pensando en los lectores, el resultado habría sido mucho mejor.

No sabemos si algún afortunado encontró el perro y si, en el caso de hacerlo, cobró la recompensa. Nosotros nos reímos un rato con el cartel y a mí me apetecía compartirlo con vosotros. La sonrisa no alivia el calor sofocante, pero ayuda a soportarlo.